lunes, 25 de enero de 2010

Una Muy Especial E Íntima Grandeza Humana

Un buen día de Dios, mi señora Madre acababa de saber que no viviría mucho tiempo y que ni siquiera una operación podría aliviarle el sufrimiento. Decidió entonces que esperaría su muerte con valor y dignidad. Ella sabía que era una gran victoria enfrentarse de este modo a la muerte, y ahora el destino le brindaba la oportunidad de alcanzar el cielo por vía del sufrimiento, como los grandes destinos de grandes hombres.
Y entonces junto a mis hermanos en su lecho, fui testigo de esta memoria que ahora les contaré. Es escaso que decir, y tal vez pueda parecer inverosímil, pero fue como una exaltación.
"«Estoy satisfecha de que el destino se haya mostrado en mí con tanta fuerza», nos dijo. «En mi vida fui una mujer muy trabajadora y cumplí en serio con mis deberes familiares y espirituales». Pero luego señalando a lo alto de su habitación, dijo: «Aquél árbol es lo único que tengo ahora en ésta soledad». Nosotros, mis hermanos y yo, no pudimos ver en lo alto más que un vacío sombrío. «Acérquenmelo o acérquenme a Él», nos dijo. Nos quedamos atónitos y no supimos cómo tomar sus palabras. ¿Deliraba? ¿Sufría alucinaciones? Ansiosamente le pregunté si aquello le hablaba. «Sí» ¿Y qué te dice? «Me dice: Estoy aquí, estoy aquí, Yo soy la Vida, la Vida eterna». Eso sentí que mi madre respondió".

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