viernes, 18 de diciembre de 2009

Mi Bicicleta

A bordo de sus dos ruedas he descubierto una nueva forma de vivir. Imitando yo o imitándome a mí, se está empezando a cambiar algo. La bicicleta – al mundo – ha vuelto y parece que, esta vez, está dispuesta a quedarse. Los ciclistas estamos tomando las calles de muchas ciudades europeas, dispuestos a encabezar la autentica revolución de este milenio. No es una teoría sin pies ni cabeza. El antropólogo Marc Augé en su libro “Elogio de la bicicleta” dice: “El regreso de la bicicleta a las calles de las grandes ciudades supone un cambio enorme en la manera de vivir el espacio urbano, la propia identidad y, aún más allá, el germen de una utopía que ha calado hondo en la juventud. En decadencia los grandes ‘ismos’ ideológicos de otros tiempos, el ciclismo apunta como alternativa”. Tengo muchos motivos para saber que mi bicicleta es la herramienta de esta revolución. El desarrollo del ciclismo en la ciudad en que vivo – Valencia – ha potenciado mis relaciones humanas, me permite escapar de la soledad, una de las lacras de las grandes urbes. Mientras me desplazo en mi bicicleta no uso el teléfono móvil, al contrario de los que van en coche, en transporte público o a pie. Mi bicicleta me obliga a estar plenamente donde estoy. Así, vivo más intensa y lentamente el espacio físico y eso potencia mi identificación con mi ciudad, mi pertenencia. El milagro de conducir mi bicicleta ha devuelto a la ciudad su carácter de tierra de aventura, de travesía. Pedalear es sentir mi autonomía y mi libertad. En España, dos millones de personas utilizan la bicicleta a diario, 35 millones saben manejarla y 23 millones tienen una propia, según el primer barómetro global de la bicicleta, realizado recientemente.

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