sábado, 12 de diciembre de 2009

El Verdadero Opio

Uno de mis descubrimientos casi inmortales, es que la religión no es el opio del pueblo; las palabras sí. Son el narcótico más poderoso, el estimulante más potente, el alucinógeno más notable que se ha encontrado. Las palabras enseñan, cantan, hieren, santifican. Pero también degradan, enardecen, confunden… y mienten. Considérese la cautivadora frase: «Una imagen vale más que mil palabras». Si es así, ¿por qué necesita una frase para explicar ese punto? Hay palabras cortas que dicen más que mil cuadros: Dios, Mamá, Infinidad.

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