lunes, 22 de febrero de 2010

Y Dios Me Hizo Padre

Cuando Dios me hizo padre de familia, yo ya tenía un armazón de casi 1,70 de estatura.
Y en el cielo un ángel que estaba por allí comentó:
− ¿Qué clase de padre es este? Si piensas que su niña ande tan cerca del suelo, ¿por qué le has hecho al padre así de alto? Un padre así no podrá jugar con ella sin tener que arrodillarse, ni podrá arroparla en la cama sin necesidad de agacharse, y ni siquiera besarla si no es encorvándose mucho.
El Señor, sonriendo, contestó:
− Es cierto; pero si lo hago del tamaño de un niño, ¿los hijos hacia quién podrían alzar los ojos?
Y al hacer mis manos de padre, Dios las hizo grandes.
Otra vez, el ángel movió la cabeza y observó:
−Manos tan grandes no serán capaces de manejar los pequeños pañales, ni los pequeños botones, ni las pequeñas gomas con que se sujetan las trenzas; y menos podrán sacar la astilla que se clave a su niña al subirse a un árbol.
Y el Señor dijo con una sonrisa:
−Ya lo sé; pero son lo bastante grandes para agarrar todo lo que su hija se saque de los bolsillos, y a la vez lo bastante justas para tomar entre ellas la carita de ella.
A continuación, Dios me dotó de piernas fuertes y anchos hombros.
− ¿Te das cuenta de que acabas de hacer un padre sin regazo alguno? – exclamó el ángel.
El Señor le dijo:
− Un regazo le hace falta a la madre. Este padre tiene la necesidad de hombros vigorosos para ir a trabajar, y también para ayudar a su niña a mantenerse en equilibrio en la bicicleta, y para sostenerla en los brazos cuando se haya dormido al volver del circo a la casa.
Dios también estaba entregado en forjarme un par de pies grandes de talla casi 42, cuando el ángel no pudo contenerse más.
−Pero ¡eso no está bien! – objetó −. ¿Crees que éste padre con esos pies será capaz de saltar de la cama en la madrugada cuando su pequeña se eche a llorar? ¿O que podrá mezclarse con los pequeños invitados en las fiestas de cumpleaños, sin aplastar al paso a tres o cuatro de ellos?
Con una sonrisa, el Señor le contestó:
−Esos pies cumplirán su función, ya lo verás. Servirán para aguantar a su hija si le da por cabalgar sobre ellos, y para asustar a algún bicho sobre el suelo, y cuando pretendan presumir de dar un buen asiento al ras del suelo delante de un desfile.
Dios pasó la noche entera trabajando, dándome como padre facilidad de palabra, una voz firme y resuelta; ojos que supieran verlo todo, pero que a la vez reflejasen la tolerancia y la serenidad. Finalmente, y como último pensamiento, me dio también lágrimas.
Terminada su obra, el Señor se volvió hacia el ángel y le dijo:
− Y ahora, ¿estás satisfecho? Tienes que saber que éste padre será capaz de amar tanto como una madre.
Y el ángel conforme no dijo una palabra más.

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