martes, 18 de mayo de 2010

Juntos Con El Viento

Llena de orgullo, pedaleaba en su bicicleta, camino de una nueva realización. La posibilidad de dejar atrás a muchos atrapados en la desidia y el convencimiento de que estaba haciendo algo por su salud y su espíritu, le daban una placentera y satisfactoria sensación. En un descanso, un hombre – su padre – también en bicicleta, se detuvo a su lado. Le hizo un guiño y luego, con una sonrisa cariñosa, le dijo; «así que también tú vas con el viento, pedaleando hacia el firmamento, muy bien». Y luego desaparecieron.

Dinero, Gloria y Muerte

El toreo, además de un arte, es un oficio, un rito y una tragedia. A los matadores, sus figuras, va por ellos estás líneas.
Soy apenas conocedor de este tema, soy además forastero, pero con algunos años en España y corazón latino puedo sentir lo que sus amantes sienten.
En el mundo contemporáneo el oficio de torero es el único en el que la vida se pone voluntariamente en juego. A un soldado le pueden pegar un tiro, un albañil puede caerse de un andamio, incluso un rockero puede morir electrocutado por su guitarra.
Pero el único oficio en el que el peligro de muerte es parte constitutiva y fundamental es el oficio del toreo. Que además es un arte.
El escritor Samuel Beckett decía que; “ser un artista es atreverse a fracasar”. En el caso de un torero ese fracaso se paga con la vida, cosa que por lo general no le pasa a un poeta.
Pero, a la vez, se da la paradoja de que ese fracaso técnico y artístico que es la muerte, en el ruedo se transmuta en gloria eterna. Porque el toreo, además de un arte, es un oficio, es un rito, una tragedia, y la consumación de un sacrificio.

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