La otra noche, mientras manejaba bicicleta en la pista, se me ocurrió pensar que el único tiempo de que dispongo realmente para la reflexión, es cuando voy agarrado del manubrio y sobre las ruedas. En efecto, es el único tiempo en que estoy libre; libre del teléfono, libre de mis ocupaciones habituales, libre de toda clase de interrupciones, y únicamente atento a la necesidad de usar con prudencia el manubrio y los frenos. Mientras corría por la pista, mi mente iba pasando de un pensamiento a otro con tanta facilidad como si hiciera click’s en el ordenador. Y cuando llegué a casa, me conocía a mí mismo un poco mejor.
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